Por qué Dios no fue catedrático

Umberto Eco, Roma

Entre los académicos de todo el mundo circulan por correo electrónico juegos e historietas que se propagan a través de una especie de cadena de San Antonio. La última ocurrencia me llegó hace unos días desde los Estados Unidos y consigna deiciséis razones por las cuales Dios no recibió nunca una "tenure" (es decir, un puesto permanente en alguna universidad).

Sintetizo y adapto libremente. En primer lugar, Dios ha escrito un solo libro, por supuesto en hebreo, y por lo tanto el consejo académico sóolo pudo leerlo mediante una traducción probablemente infiel. Por otra parte, el libro no contiene ninguna bibliografía ni ha sido publicado por una editorial universitaria e incluso alguien insinúa que no lo escribió él.

Por lo que se refiere a su carrera científica, es bien cierto que el candidato desde el principio ha creado el mundo, pero, qué es lo que ha hecho después? Dado que el elemento fundamental para establecer los merecimientos de un descubrimiento científico es que otros puedan repetir con éxito el experimento, todos han tenido gran dificultad para reproducir los resultados. Nunca solicitó el visto bueno de la Ethics Board para poder usar seres humanos en sus experimentos. Cuando uno de estos experimentos le ha salido mal, él ha tratado de ocultar su fracaso ahogando a los cobayos. Por otra parte, cuando los sujetos no reaccionan de acuerdo con sus previsiones, los elimina del modelo. Todas las razones argÜidas hasta aquí serían aceptados también entre nosotros por una comisión de concurso universitario imparcial. Pero ahora siguen las otras razones.

DIEZ REQUISITOS

El candidato no sabe colaborar bien con el ambiente científico, raras veces da lecciones y se limita a decir a los estudiantes que lean el Libro. De improviso, una vez ha mandado a su hijo a enseñar en su lugar. Ha despedido a sus dos primeros estudiantes porque habían aprendido demasiado, y su método de enseñanza no debe de haber sido fructífero: aunque no haya que satisfacer más de diez requisitos, la mayor parte de sus estudiantes no alcanza a pasar el examen. En fin, no se sabe cuáles son sus horas de audiencia y las pocas que ha concedido las ha celebrado en la cima de una montaña.

La chanza recuerda otra historieta según la cual Jesús habría sido, por el contrario, un varón muy influyente, porque consiguió exaltar enseguida a la cátedra a su disípulo Pedro sin que hubiese escrito siquiera una linea, e inmediatamente a Roma. Pero el scherzo resulta instructivo porque el segundo grupo de razones aparece perfectamente válido para una universidad norteamericana, mas no para nuestros concursos universitarios, en los que se debe evaluar la excelencia científica del candidato, no si había dado lecciones regularmente, si era capaz de conservar a los estudiantes y si con ellos había obtenido resultados didácticos satisfactorios.

CANONES UNIVERSITARIOS

Como muchos saben, una universidad norteamericana selecciona autónomamente a sus profesores, mediante un bando, y pide a los candidatos que indiquen una serie de nombres de personas notables en el ambiente científico que puedan dar referencias de su calidad. Es cierto que los candidatos darán el nombre de personas que podrían hablar bién de ellos, pero esas cartas (que no son de "recomendación", porque se trata de una simple solicitud de opinión) comprometen también al que la escribe, pues quien recomeienda a alguien que luego se revela un desastre pierde credibilidad. Por lo cual los estudiosos serios ponen mucho cuidado ante todo en no prodigar alabanzas en sus cartas, y en segundo lugar en formular juicios muy cautos y equilibrados (las cartas llegan a la comisión de selección y no se muestran a los candidatos). De modo tal que, cuando se les ha pedido que emitan su parecer sobre candidatos a los que conocen poco, o a los que no se aprecia bastante, si no se es malo verdaderamente, se hallará la forma de decir que en esa ocasión se encontraba de viaje y no tenía tiempo de ocuparse del caso.

INVERSTIGADOR, NO DOCENTE

Empero, en esas cartas no se solicita solamente expresar el parecer sobre una publicación, sino decir si los candidatos son de buen carácter, si saben cooperar eficazmente con los colegas, si son capacez de asumir funciones de organización, si saben enseñar bien y si saben dedicarse a los estudiantes con pasión. Consecuentemente, si se contesta que el candidato ha escrito cosas excelentes pero es un fulano que dondequiera que haya estado anteriormente ha tenido líos con todo el mundo, ésa se considerará una buena razón para no darle el puesto.

Naturalmente, también este sistema tiene sus inconvenientes, que no voy a enumerar, pero las distintas cartas son confrontadas asimismo con testimonios locales, y el sistema no es peor que la forma en que una gran empresa adscribe a los nuevos ejecutivos.

Lo que me interesa subrayar es que la capacidad didáctica y la seriedad en el cumplimiento de los propios deberes valen tanto como las publicaciones. Si luego la Universidad considera prestigioso nombrar a un genio irascible al que los estudiantes le importan un ardite, lo pagará para que se dedique a la investigación, pero no lo destinará a la docencia.

(Traducción de Jorge Ortiz Barili) LA NACION, Domingo 16 de marzo de 1997, Pág. 6/Sección 7.